NINA Y LOS SAURIOS FUMONES

Tenía que presentar a los Cardigans, que empezaron en Estocolmo tipo año 92. La movida sueca es todo colmo. Y cada banda en los noventa quería crear un estilo propio, un estilo por cada banda: indie pop, indie rock, indie crunch. El deseo de inmortalidad es tan grande que ya quieren crear, no canciones, sino género. El ego ya es tan grande que no queda otra que patalear, cambiar rótulos y construir historias apócrifas para entrar en la historia sin el auxilio del talento. Nina Pearson, sueca, me dijo que había armado una nueva banda: A Camp. Le dije, te voy a dar una mano esta vez. Nunca presenté a los Cardigans, pero voy a presentar este tema, lo hago de onda. Me metí en un freezer para crear el gélido clima nórdico, y me involucré con esta canción en la que la chica sale al patio con una pala y trata de plantar unas semillitas, pero, como descubre a través de la letra de la canción, la plantita ya había llegado antes. La hierba tal vez ya estaba desde la época de los dinosaurios, que en su momento, recuerdo yo, tenían una gran fama de fumones. Fue Spielberg el que trató de mezclar cine de terror con retrospectiva reptiliana ¡sí, eran unos bichos muy tranquis los saurios gigantes! Casi rastafaris, te diría.


Lo que fue y será ya te late en el hoy: siempre es late

Todo el mundo se ensoberbece diciendo que este es el primer minuto del resto de tu vida, que el pasado es recuerdo y el futuro toda no llega y que… pero nadie te dice que el presente está atravesado por lo que fuiste, y, si todo esto ya está escrito en libreto de tu vida, querido amigo, en ese hipotético libreto llamado destino, tal vez te esté atravesando también lo que vas a ser. Es una posibilidad. Tal vez no haya sido una buena noche para el rey Pelé aquella del 30 de octubre de 1960. ¿Por qué no dormí bien, se habrá preguntado Pelé? El pasado no le dio una explicación: era el futuro. Algo estaba escrito para que en ese día, en Villa Fiorito, empezara a dibujarse, gambeta tras gambeta… algo tan trágico para O Rei como el fin de la era Peleica o Peleozoica del fútbol... y el inicio de la era Maradoniana. No lo sabemos. Es una discusión en la que no se pusieron de acuerdo ni los griegos ni los egipcios ni los fenipcios: ¿causalidad o casualidad? No discutas sobre eso porque no hay final feliz para esa discusión. Los temperamentos científicos van a decir que el destino lo escribís a medís que ocurrís -que discurrís-. Los religiosos dirán que ya hay un arquitecto del universo que se sabe con detalle el final de la pelí. La solución, como no podía ser de otra manera, la tiene la naturaleza, que precisamente por ser sabia no los utiliza de voceros a ustedes, lxs humanxs, sino a nosotros, los sapos que hablamos, que hasta el momento, que yo sepa, sólo hay pruebas de que existe uno solo. Ayer, hoy y mañana. Cuantas cosas en sólo 24 horas. A la pelotita. No... a Las pelotas. Jason.


Un día (no tan) perfecto

Me lo estaba oliendo o digamos que me lo veía venir: este domingo 27 no iba a ser un día perfecto. La perspectiva de ver a Macri -esa especie de gato siamés agroexportador- bailando otra vez entre globos amarillos no presagiaba un ánimo esperanzador. Y, como para decirnos a todos los votantes, como en el final de la canción: “cosecharás lo que sembraste”, nos llegó la noticia de Lou. La de esa primera y última gira que a todos los músicos les espera, la Neverending posta (no la de Bob), la que algunos apresuran a los 27, pero que es una fecha fija –la única fija- más tarde o más temprano y no sólo para la familia del rock. Se nos fue Lou Reed para recordarnos que los ídolos también son mortales, que la falsa seguridad de contar con uno de sus nuevos discos no es garantía ni derecho adquirido. Lo conocí: previsiblemente, amigos. ¿O a esta altura todavía creen que al tío Frank se le puede escapar alguna de las páginas más importantes de la historia del rock? Se me puede escapar un Page –que no me quiso pagar la Fender que le vendí-, pero no se me escapó este Dios de la Velvet Underground, que al terminar los 60 tropezó con la banana que le puse en las aceras de New York, para ayudarlo a vivir su primer viaje psicodélico. Vio estrellas ese día. Hasta siempre, Lou. Reap what you sow!

En tiempo muerto y colgado de los cielos

Hay mucho roquero fácil de oFender si de Fender hablamos. Puede que los hayan convencido de que las Gibson no se qué: olvídense. No hay con qué darle a la Fender, especialmente a la Stratocaster. Una vez que las stratocastes no la cambiás por nada. Te digo más: hasta cuando hacés el gestito visual del que se copó escuchando un solo… suena mejor que imiagines una Fender. Hasta así suena mejor: en la imaginación. Ojo, esto no quiere decir que me agrade que juegues al guitarrista con Fender invisible, sobre todo si lo hacés en recitales en vivo o en discotecas. Pero por eso dije “ojo”. No te juzgo. Me es indiferente todo sentido que no involucre la musicalidad. Nunca lo oculté -aunque los sapos no vengamos con oreja-: soy todo oídos. La reverberación, a mí, se me ecualiza en todos los poros de la piel. Mis células son como cápsulas de mic. Los de Rhode me rodhean día y noche. Quiero decir; me quieren sacar el secreto de la ósmosis acústica. Ahora: si ya soy un estudio de grabación biológico, te preguntarás: ¿qué sonido me puede emocionar que no se haya grabado ya? Este tema de los Dead Weather: Hang you from the heavens. No sé si me llegó al corazón –rock- o es que estos pibes me lo estetoscopiaron mientras dormía.

Los red del siglo XXI no son tan simply

De pelirrojos estamos saturados. Recuerdo lo bueno que era tenerlo nada más que al cantante de Simply Red. Era más simply. Ahora hay demasiados pelirrojos, y ojo: ojo, que tengo la mejor con los pelirrojos. Pasa que soy daltónico. Yo les veo verde el pelo. Al rojo lo veo verde y al verde lo veo rojo. No me sonrojo al decir que han salido muchos pelirrojos en el rock de los años dos mil. La tenemos a La Roux, no sé si se llama Elly Jackson; acá en el Itunes la tengo como Elly Jackson, La Roux. No me pregunten cómo me llegó al Itunes: yo la hubiese puesto en el Imutes: un Itunes que te mutea lo que no te gusta. Mucha maquinita para mi gusto estos temas de La Roux. A mí dame un mínimo de acusticidad: no, no es que quiera saber qué instrumento es. Quiero saber que le diste una mano a la música: que lo tocaste vos, que no lo programaste. Pero entre los rojos del siglo XXI la tenemos también a esa Bjork pelirroja, Florence Welch, la que sale en Glastonbury cuando hacés zapping. ¿Flor Against the Machine era? No. Era Florence and the Machine. Esta no está against the machine. Difícil ir contra algo en inglés. Por eso los sajones no lo tienen mucho a Marx: porque “contra” en inglés se dice “against”. Against nunca se pronuncia bien: disuade hasta al mejor disidente.

El dinero no es una buena carnada


No sé por qué tanto lío con esos papelitos de color que sirven como carnada para otras cosas. Nosotros usamos gusanos, que tienen la ventaja de que te los podés comer. No sirven las unidades monetarias que por sí mismas no tienen valor. El oro, por ejemplo. Una pepita todo el mundo sabe que no da. Esto se lo dije una vez a Midas, que andaba con estreñimiento: todo lo que tocás lo transformás en oro, pero sigue teniendo la forma de lo que era. Así que metete esa pepita en el lugar del que la sacaste. Amigos, el dinero no nos hace mejores. Por eso es mejor unidad la lombriz, que es una carnada mucho mejor. Sí. Sé que el dinero sirve de carnada no sólo para cambiarlo por un pescado, sino por todas las otras cosas, excepto el alma. Pero las lombrices también. Nosotros las comemos, pero si queremos cambiarlas por un pasaje de Air France la regurgitamos y con eso pagamos el pasaje a Holland, que ahora queda en Francia, por esto del problema del Euro. El euro te hace que Holland dirija Francia, que Germany dirija Grecia y que Rajoy dirija España. Es el euro el culpable: yo no dejaría jamás que me gobiernen ni un pepe ni un Rajoy. Pero para resolver el problema de la inflación hay que usar moneda comestible. Si pierde valor, que sirva como snack.

Lintérnagas ricoteras


Dejen de sorprenderse con las ocurrencias de los animales. Los perros no andan en patineta desde que salió You Tube. Ya lo hacían en los 70. ¿O nadie vió un alsaciano arrastrando trineos para subirse después, en la popa del artefacto, canchereándola en las bajadas, entre los pinos del territorio al-pino? Ya hubo conejos pastores y cotorras del punk cláshico que danzaron Rock the Casbah en la época de las Pro-Class de fibra de vidrio. Hay luciérnagas que cantan el estribillo que dice, con estridente brillo: “vas a brillar, mi amor”: de hecho, las más modernas –las lintérnagas- son Ipods voladores con la discografía ricotera ya preseteada en 320k. ¿O creyeron que el secreto a voces más grande del rock argentino es patrimonio del ricotero de la primera hora? No se sorprendan más porque les va a pegar mal la sobredosis de asombro: siempre hay algo nuevo abajo y arriba del sol. El asombro está implícito en todo: les tiro una. El otro día llevé al club de los 27 para ver un show del Indio en Tandil. Ahí comprobaron que se podía llegar con dignidad a la barrera de los 60 sin perder un ápice de rock. Uno de los “Curt” me dio la razón de entrada (no sé si Cobain o Ian Curtis). Ahora los dos curten Solari y son fantasmas ricoteros mal.

El que quiera un pogo cerca de Sid que pague el doble


La historia tuvo y tendrá siempre muchas vueltas de tuerca. ¿Qué viene siendo una vuelta de tuerca? Que más allá del último posible ajuste siempre hay otro, aún suponiendo que te pases de rosca. Esto fue lo que le hice hacer al entrañable Sid Vicious, que no tenía ni la mejor voz, ni el mayor talento, ni el conocimiento musical como para el mínimo plus ultra. Y para colmo era bajista, cosa que es para chicos muy humildes en sus pretensiones –de hecho el que más lejos llegó con un bajo fue un simple Pastorious-. ¿Cómo fue que Sid, que no daba mucho pie con bola en nada específico, pudo trazar un antes y un después en la música? Simple: Vicious tuvo la precaución de no dejar de ser Vicious durante toda su vida. Fracasó en todo menos en eso: en ser el que era. Sí, amigos: hay quienes tienen el futuro en sus manos y quienes lo tienen en sí mismos. Son pocos, es cierto, pero los hay: y Vicious era único. Ni Rotten ni Doherty ni Richards ni Billy Idol lograron el estilo de Sid Vicious para ser Sid. El que quiere celeste que le cueste, pero el celeste de Sid es impagable. Hubo, hay y habrá un solo Sid. Por eso las entradas para ver a los Pistols eran más baratas si te sentabas en los asientos más alejados de Vicious. Porque para estar de su lado había que pagar más y cobrar más... en empujones.

Lo que me Cousteau sacar a flote la vida pop


Lo que Sam Philips buscaba era un blanco que cantara como negro –no que cantara mucho, sino con ADN afrocaribeño-. Esto se hizo ley con Presley. Parece que fue ayer que le tiré un cacho de Glostora a Elvis para que endureciera el jopo. No digo que no hubiese llegado, pero sin este pobre servidor no sé si hubiera tenido ese touch. Siempre cabe salir en defensa propia, sobre todo si te ninguniegan. Sigue vigente el error de que el genio irrumpe desde un olimpo sin antes ni después. Lo lamento, pero Gasalla no vino de Mas-alla: hubo circunstancias que lo apuntalaron. Y para que existiera un verano del amor en el 67 hizo falta ir de Los Plateros a Dylan, de los daguerrotipos al reproductor de diapos Carousel de Don Draper y de los primeros Beatles a los viejos y peludos que cruzaron Abbey Road: para eso estamos nosotros, los lazarillos, los caddies de la historia. Hay que haber estado en los 60 o bien haber visto la primera temporada de Mad Men para saber lo lejos que estábamos de la minifalda y cuán difícil iba a ser croar las condiciones para contraculturar el mundo. Empecé de abajo: me Cousteau un montón sacar la movida sixtie a la superficie. Así y todo nada garantiza el progreso. Llegás a Moris y en una generación retrocedés a Birabent. Una lucha.

El origen de la frase "es lo que hay"


Kennedy le ganó a Nixon porque tenía más rock, esto es así. Asex, mejor dicho. Claro que la plata de papá ayudó bastante, por eso cuando estuve en la campaña de JFK le fui sincero: no te confundas con esa cara de galancito: vos sos “lo que hay”. Es más: la expresión “es lo que hay” te viene como anillo al dedo, así que dejame que te haga hacer un anillo que diga “es lo que hay” en latín, para que nunca lo olvides. Pero ganarle a Nixon es un paso fundamental para que los años 60 sean lo que tienen que ser. Así fue que les pagamos a varios diarios importantes para transformar a Kennedy en rockstar. Con la plata que tenían los Kennedy hasta yo, Frank Sapo, podría haber sido elegido prescindente. Empezaoms mal los sixties, pensé. Casi gana Nixon y ahora lo tenemos a este nene mimado, de papá multimillonario, que para colmo es irlandés, que uno nunca sabe bien qué onda. Un irlandés no sabés si a la hora del té se te hace inglés. Lo ves a un irlandés y no sabés qué ves. ¡Que ves cuando me ves! Me preguntó Kennedy, y yo le constesté: veo la zona de la ingle. Pero bueno: también veo sex, y al mundo le falta un poco de sex. Y un poco más de eggs, que es lo mismo porque quien pone sexo pone huevos. Los sapos nacemos siempre de huevo. No nos paren.

Not Penny's boat


Los perros de la lluvia, en la calle, son una cosa terrible. Me pone loco. Lloro: veo un perro mojado y lloro. No puedo ver sufrir a los ropes, que aparte son muy Pacino con los ojos a la hora de mostrarte que todavía no almorzaron. Pero Rain Dogs es una de esas rarezas de Tom Waits que uno espera. Uno espera a Waits. Y hablando de Waits, el waiter me debe el whisky de Charles Windmore que es carísimo y te deja Lost y vale lo que vale el sueldo anual del flaco que se enamora de Penny Windmore hasta que viene el rubio con un mensaje en la mano que dice “Not Penny’s boat”: ¡loco! ¿Me escribís un mensaje con fibra que se va con el agua y ahora tengo que salvarte la vida y entenderte la letra en cinco segundos? Los que vieron Lost hasta cierto punto me van a entender. Los que dicen venir de la Universidad de la Calle, esos no sé. Porque del trágico reino de la calle no puede sacarse lección que no se deba corroborar después ahí donde se cuece el bacalao: oficinas, bares, camas, pasillos, canchas, templos, comedores y todo otro lugar donde haya que negociar. Si hay alguien que imagino callejeadísimo es Tom Waits que tiene alma de taxista. Yo paso de ese laburo: tengo mala memoria con las calles porque son apellidos de próceres que no sacaron discos.

Arqueólogos y sepultureros

Pido plís a los arqueólogos que no deshagan el laburo que con fragor hicieron –vaya a saber cuántos años ha- los amigos sepultureros, sin los cuales seríamos alimento para los buitres el día que palmamos. ¡A mí no! A mí cada vez que muera déjenme nomás al aire libre -pobres buitres, tan buena onda los entrañables buitres, a quienes siempre les tiran la peor, y ellos se la comen sin chistar. Bueno: chistan, pero de gusto-. Lo que me perjudica moralmente yo diría si es que se le puede permitir la moralina a un viejo verde como yo es el poco respeto que me les tienen a los sepultureros. ¡Sacrilegio! Gritan cuando se desentierra al muerto, y resulta que nadie habla del pobre boncha que tuvo que cavar el foso, que en paz descanse: pero no. El sepulturéitor jamás descansa porque siempre le tiran un muerto más, y como si esto no fuera suficiente más tarde vienen los arqueólogos y le desentierran todo. Yo que mido el tiempo en añares y no en años, pienso en el daño que se le hace a quien quiere llevarse el secreto a la tumba, como don Ángelo Mariani, que se llevó el secreto del vino Mariani: la fórmula de un elixir que puso feliz a mucho poeta maldito. No me cabe que caven la tumba del viejo Angelo todos los años en busca de la fórmula. Ya cavé yo: no dejó ninguna data.

Cansautores por exceso o por defecto

Amigos del roquedal: el gran dilema en el mundo de ese arte a la vez musical y masivo llamado rock es cómo hacer para no venderle el alma al demonio de la negligencia o del perfeccionismo. Porque por un lado tenés el cansautor que te coquetea con la low-fi porque no le queda otra: sólo puede oler a espíritu teen; jamás podría sonar y llegar al Nirvana al mismo tiempo. Entonces trata de hacer Salmones a lo Calamaro y esconderse en la tinta del autor prolífico, para no admitir que no es capaz de sacar ¡cinco temitas decentes! Prefiere hacer 1001 temas malos y darte a entender que no son malos sino inconclusos: “tomá mi preselección… ahora mirá que flash: al disco lo podés editar vos”. Por el lado opuesto tenemos al que tenía pasta de artista y sonaba fresco en sus primeros discos, pero, después del debut, agarra de golpe la partitura y se empieza a poner 3.0 más pesado por cada mega de memoria para la nueva placa de sonido que se ha comprado. ¡Si me das a elegir, loco, te prefiero un poco más básico, pero sin que me entregués el alma! Que lo urbano no te quite lo conurbano, el barrio, el balám-balám del tren que va a la Capital. ¿Cuántos hubo que nos dieron un primer dulce cross en la mandíbula y, ante nuestro primer “te amo te odio dame más”, soltaron la viola y les agarró sinfonitis aguda?

Un sapo psicodélico en el club de los veintisiete


Un día quedé stand-by a lo Sueiro, y en el hall de entrada del heaven le musité al que creí que era el Dios posta: quiero entrar en el club de los 27. Me dijo: no soy Dios, loco. Dios no atiende en persona, y menos a un perejil como vos. Soy un arcángel. ¿Qué arcángel sos? ¿Gabriel? ¡Gabriel no! -dijo-. Soy el arcángel Collins ¿no me ves la pelada? Tereque te tere… (aquí los memoriosos recordarán que el solo de batería de Phil Collins -el del hit del disco Face Value- era un choreo mal al boxitracio). La cuestión es que este garcángel no me dejaba pasar al club VIP de los 27. Primero que nada -me dijo- vos ya tenés bastante más de 27. En segundo lugar no nos consta que seas un mito del rock. Antes de palmar te hubieras asegurado de ser un mitito barrial, no sé: ¡hubieras hecho una canción… no te pido un LP! Pero te pasaste la vida cruzado de brazos. ¿Cómo? -protesté-. Tengo los brazos demasiado cortitos como para cruzarlos. ¡Basta! -dijo el arcángel de Genesis-. !Te volvés ya mismo por ese túnel fluorescente! Eso hice. Pegué la vuelta farfullando quejas por lo bajo. Hoy croo que me hicieron un favor no dejándome entrar al Club 27. Nunca me llevé bien con esos veintegenarios que me lamen o me exprimen o me fuman por una cuestión de piel. !No es por amor al rock que me besuquean!

Por una autopista parisina en el bolsillo del saco de Ciorán


Me cuenta el hip-hopero Nas que en su barrio de Queensbridge hay que agradecer que las balas te despierten, porque la otra opción es que te cruces con una y te alargue el sueño más allá de lo aconsejable. El día que Reagan reaganó las elecciones yo regañé al mundo: “¿no nos estamos desviando, por desidia, en una highway to hell?” Hoy pienso en el frío de las góndolas hipermercadas y no puedo entender cómo ustedes los humanos cayeron tan bajo. “Mis tiempos no eran tan despiadados”, me croé a mí mismo, y después me croe-rregí: “¿qué tiempos no fueron míos? Si fue casi ayer que le dije a Hammurabi, un 6 de febril de 1702 a. C: “diente por diente -si es de leche- vaya y pase. Pero bajá un cambio con lo del ojo por ojo”. Doy fe que malas épocas hubo a montones (aunque esto no sirva ni como consuelo ni como estrategia). Sobre este infierno neomoderno, posmoliberal, moneda corriente de los suburbios de las urbies, me habló una tarde llurviosa el viejo misántropo Ciorán. Caminábamos por el borde de una autopista. Sin salida visible y con los coches zumbando, Ciorán protesta: “¿Cómo hemos podido llegar a esto?”. Desde el bolsillo del saco le contesto: “ya te lo dije en el bar, Emil: si tomás, no conduzcás; y si no es ron del bueno, ni siquiera caminés… ¡taxi!”.

Ahogándose con espumante en una copa de margarita


Esta imagen es un recuerdo extra bruto del triste día que salvé a Bryan Ferry, que estuvo a punto de aterrizar en la calle 42 East desde la cima del plateado Chrysler. Calculale mediados de los 70. No sé si era invierno o es lo frío que estaba el champagne. ¿Qué hice? Traté de decirle a Bryan que se estaba ahogando en un vaso de agua con su mal de amores. Entonces le bajé la metáfora a lo visual: me metí en su copa de champagne. No es fácil salir de una de esas que no son de champagne, sino de margarita, pero que los suicidas usan para champagne: ¡ojo, que de esas copitas no podés salir! Ya sin respiración, comprendí que ahogarme en champagne no era ni una gota más digno que ahogarme en agua de estanque: como dijo House, no existe ni una sola muerte digna. Ferry estaba devastado porque Jagger le había quitado su gran amor -Jerry Hall-. Pero eso no le impidió salvarme un segundo antes de morir. ¡3:35 minutos! Uno más que durara She’s Leaving Home y no estaría aquí para contarlo. Gracias Paul, por no zarparte con un tema de 3:36. La canción termina. El piano cae por el Chrysler. Aplasta un taxi amarillo. Ferry oye el estruendo. Decide no dar el salto final. Luego me saca de la copa como se saca una simple aceituna... y le empieza a dar parejo al espumante. Esa noche sobre-bebimos.

Cuando los galgos que tiraste al azar se te vuelven en contra


Anticipo desde ya que esto fue parcialmente cierto porque sabemos bien que nadie recuerda los años 60, ni siquiera los guionistas de Mad Men, que a esta altura del partido ya saben más sobre los años 60 que los hippies que vivimos realmente los 60... que en ese entonces estábamos demasiado ele-ese-deseados y ele-ese-deseadas. Época de excesos que no se la recomiendo a nadie, ni siquiera a mí mismo, pero bueno, ya es demasiado tarde para autodarme consejos. Lo que recuerdo sobre estos pájaros de mal agüero que conocí por aquella época fue que eran lo que en aquellos tiempos se llamaba unos perchas totales. El percha total era lo que el freak es hoy por hoy: en esa época los perchas eran los que no tenían ni media posibilidad de perpetuar la especie, porque como buenas perchas eran "colgados": colgado no de ahora, que quiere decir que se distrajo con algo, sino colgado de antes, que era metáfora del rechazo femenino. Así los Byrds tuvieron que aprender a hacer canciones bien californicatorias, de levante… hasta que les empezó a ir bien. Too much. Y ya dueños de una buena reputación, ya satisfechos, la reputación se les hizo como búmeran. O como los galgos que tiraste así al azar, que retroceden y te muerden.

Día verse vertus conta-minería


Abogo por Green Day. Y aprovecho para pedir que paren con el asuntito del patrón oro. Porque este problema de que contaminen el mundo, nuestra única nave interplanetaria, nuestro Enterprise, para sacar oro, no es el único mal áureo a lo láureo de la histáurea del vil metal. Los humartos me tienen marto con el oro: ¿Qué les pasa con las piedras que brillan, que no pueden parar con esta obsesión metalera? Basta. Hubo revoluciones, matanzas, saqueos, traiciones… loco. Ese metal no tiene la culpa de ser escaso. Los que defienden el patrón oro alegan que sólo lo escaso les puede servir como patrón monetario. Pero la inteligencia también es escasa: usen el patrón lucidez, que también brilla y no contamina. A los que manejan las empresas mineras, si les gusta ir a jugar al pozo, vayan a jugar con el ascensor de Piñera... bajen. Démosle un uso útil a ese aparato, y de paso los dejamos ahí. Poque sus ideas no son biodegradables. Loco ¡ya hay prueba de que el oro contamina la mente y el cuerpo… paremos con ese patrón! Y también contaminan los billetes de cien pesos. Tienen Roca. Saquen Roca del billete de 100: ¡por eso nadie los quiere recibir! No por el cambio. !Es porque Roca, al argentino, no le termina de cerrar. ¡Vaya un anfibio apoyo -que no es un tibio apoyo- a quienes luchan contra mineras y piñeras! Basta de rapiña. ¡No más roca, viva el rock!

Una versión de Wake Up en mi Sai-pod

Si volviera algún astronauta que estuvo offline los últimos 5 años en el espacio, yo lo actualizaría diciendo: “no te perdiste nada, excepto 1. Twitter, 2. Facebook y 3. Arcade Fire; aunque una te está sobrando, porque si le hacés el aguante a Twitter se te va el entusiamo por Facebook, y viceversa”. En síntesis, nada sustancialmente nuevo bajo el sol, excepto los Arcade Fire, una banda de Montréal que la empezó a pegar desde que Bowie cliqueó “Me Gusta”. Porque el ex duque blanco, no barrena jamás en la cresta de una ola cualunque. Y si ya no es duque es porque no da. Porque “no diúk”. Si me voy a comprar unas zapatillas, trato de ver la marca en la suela de la que Bowie está a punto de usar para pisarme, porque es seguro que ya se eligió el mejor modelo. No digo que hoy corte el bacalao, como en los 70, pero sabe muy bien cómo ponerse cerca de quienes lo cortan. Ya vendió la medallita de Marc Bolan para colgarse una de los Arcade Fire. Croo que si a Bowie le gusta Arcade Fire, hay que tomar nota, porque estos montrealenienses han tenido la precaución de agregar algo distinto (de instinto) en este mundo con sus mandolinas, sus ukeleles y sus zanfonas. Jason me subió al Saipod una versión de Wake Up con Bowie que hay que youtubear: todo un himno de los años veinte diez.

Una noche en el Hotel Morrison


Yo estuve en el Whisky A-Go-go, en el Sunset Strip justo el día que debutaron los Doors. Al tratar de sorber en el vaso de Jim, quedé atascado. En una pausa, entre tema y tema, Jim se llevó el vaso a la boca... y me tragó. Yo sabía que tarde o temprano iba a estar en boca de todos, pero jamás imaginé que terminaría en la de Jim. Pues bien: el efecto psicodélico de mi piel le abrió las puertas de la percepción. Antes de tragarme, Jim era más monaguillo que uno de los nenes de la tribu Brady. Sumemos esto como otro de mis aportes a la historia del rock. Sí. Los sapos sudacas tenemos piel psicodélica. Sudamos “L.S.UDOR”: transpiración lisérgica. Una confidencia: el tema “Break on through” no está inspirado ni en el poema de Blake ni en el libro de Huxley. La cosa fue así: como dije, Morrison me hospedó en su tracto digestivo, y ahí yo me quedé tranqui. Hice de cuenta que estaba en un hotel tres estrellas: Hotel Morrison. Tres, digo, porque Jim no quería que hiciera el check-out por adelante: le daba asco destragarme. Y claro: la otra opción, la door de servicio, era un castigo para mí. Soy un sapo muy grueso como para atravesar el intestino delgado. Jim tuvo que arengarme para que me abriese camino. Fue así como nace aquello de “Break on through to the other side”.

Centavos de rock


Como cuando se agradecen los Oscars -que se menciona a los que se ningunea durante toda la fucking filmación-, quiero aprovechar el espacio para agradecer al inmenso ejército de sapos que contribuye mensualmente con la edición de la Zero. No, Manfredi no está solo. Mi ejército de sapos rebusca monedas en la calle al son del rock. Sí. Vos también colaborás con la Zero gracias a los centavos que perdés. Mi escuadrón anfibio va juntando todo eso, mesa a mes, para que llegue a la imprenta una nueva Zero. Varios de nosotros nos disfrazamos de alcancía. Algunos descosemos los jeans mientras dormís. Otros nos metemos en las máquinas de Red Bus. Si. Los centavos que no vuelven, van al rock. Y cada tanto ligamos algún billete adherido al tambor de un Laverap. El granito de arena que nos pertenece va siempre al rock. Una vez que hemos juntado lo necesario, encendemos una linterna al cielo, con el viejo logo de Zero, que brilla en la noche cuyana el cinco de cada mes, a las 3 A.M. Apretando bien las muelas llega Manfredi a nuestro roquedal, para que mi ejército, en fila india, le regurgite la recaudación. Rock. Y una cosa más: si se te cae una moneda, del tipo que sea, no la levantes. Pedí un deseo. Sí. A menos que sea justito lo que te falta para comprar la nueva Zero. Rock.

Que te amen sin preguntar Who Are You


La historia es larga, pasa demasiada agua bajo el puente y uno olvida lo esencial: mira hacia atrás y rememora mal. Yo cuando rememoro trato de recordar lo que sentía posta en ese ayer. No hago como esos historiadores, que dicen: los fenipcios eran un pueblo que vivió en el Mediterráneo. Eso es poco serio. Yo digo: conocí un fenipcio llamado Ubur, cuando los fenipcios recorrían el Mare Nostrum, cerca de los egipcios… y no olvidaré jamás a Ubur, el fenipcio tramposo que me quedó debiendo… ¡Jason! ¿Cuánto me quedó debiendo el Ubur? Trescientos, quinientos, novecientos… una luca… dos… siete lucrecias. Que yo liberaba esclavos comprándolos… y me quedó debiendo siete lucrecias. Uno al rememorar los 60 suele olvidar que -antes de los Who-, las bandas inglesas componían cancioncitas sobre la chica que baila y que el chico la quiere sacar a bailar… con estrategias inútiles como Love me do. ¡Ámame! Con eso no pintamos ni el pasillo de un monoambiente. ¡Nadie ha logrado que lo amen con una frase tan directa, tan obvia, tan elemental! A menos que seas un Beatle (eso es ser alguien: Who are you? I’m a Beatle. Ok: entonces te amo). Towshend y sus amigos encontraron la fórmula para que te amen por lo que dice la canción, sin preguntar quién sos.

La atmósfera instantánea del reino de Arlistán


Yo nunca supe el valor que tenían mis patas traseras hasta que las perdí, que me las cortaron para comérselas, porque yo tengo carne psicodélica ¿lo había dicho, esto? Si no lo dije es por temor a tener amigos que sólo sean amigos por interés. O sea, me halaga que tengan interés por mí, pero no ese tipo de interés, tan material. Lo que recuerdo, con pesar, es que en un recital de los Grafeful Dead, unos hippies amigos de Jack Nicholson me agarraron para irme comiendo lo más tiernito de mi achaparrado cuerpecito… ¡se avivaron que mis extremidades me crecían de nuevo! Lo cuento esto y ya es como que me quiebro. ¡Me transformé en un hongo psicodélico autorreciclable! Es lo que llamo la exploración del sapo por el hombre. Por suerte un día logré zafar. Pero yo por eso respeto a la gente que ha vivido en un frasco, como se suele decir. Porque yo viví en un frasco: el reino de Arlistán, un frasco de Arlistán, donde me tenían vivo con agua y pan. ¡Un cafecito, por lo menos! Pedía yo. Porque estaba impregnado todo por esa atmósfera instantánea. La Dolca vita: ¡ni el Conde de Montecristo sufrió tanto en esa prisión! Pero no tengo nada de qué arrepentirme: fui parte de la caravana de hippies que seguía a los gloriosos Grateful Dead, de un toque a otro.

Los faquires, los fuck-youres y la interna de P.J.


Me cae bien la picante de Polly Jean Harvey. Porque a ella, como a mí, también le gusta comer insectos. La conocí de nena. Era una brujita terrible: le gustaba torturar insectos. Después hizo otro tanto con sus ex novios. Que los empezó a coleccionar como butterflies (que es como tirar manteca al techo, pero en lugar de caer, se te escapa por la ventana. Butter Flies, sí. Reíte, dale, no te hagás el superado). Pero PJ era una chica terrible. En su cerebro siempre parecía haber como una interna. Una interna de PJ. Era picante: no tenía miedo de ir a las 3 A.M., meterse en un cementerio, acostarse sobre una lápida y dormirse una siesta. Les juro que nunca he visto a nadie durmiendo la siesta a las 3 A.M. Por eso le ví pasta de rock and roll. Porque un rockero es una especie de faquir de la vida. Que no gastan un mango en colchones. Ahora bien: a muchos faquires del rock yo los llamaría fuckyoures… gente que te hace el fuckyou de puro esnobismo falangístico anular. Pero ojo: una cosa es ser un jugado que no tiene nada que perder y otra es jugar a hacerle perder el tiempo a los demás. PJ supo traducir ese abandono en energía rock. Hay algo extra musical, sí, pero con eso no pintamos la pieza: transmutámelo en música y recién ahí nos sentamos a charlar.

El grano de azafrán que ni a Ramsés le dejan pasar


Si hay algo que me hipnotiza a mí y a todos los sapos es un sonido de guitarra que se llama fingerpicking. Que un amigo me dijo que viene del sonido del banjo. Otro me dijo que viene del ragtime. Otro me dijo que viene del blues del sur americano, del hillbilly, de los Beverly Ricos, todo ese mambo. Si hay algo que a mí no me cabe son los Beverly Ricos. Me aburren aquellos a quienes todo les da lo mismo… ricos que siguen como ricos aunque se hayan vuelto pobres y viceversa. Pero a los que me hablan del origen del fingerpicking les digo: el fingerpicking viene de la guitarra. No hay que darle tanta cuerda al asunto del origen de las cosas. Anyway: quien era un verdadero hipnotisapor, un original hipnotizador de sapos, era el master Wes Montgomery, fingerpiquetero total, que en lo mejor de su carrera, año 67, se va de gira con la Neverending Tour… quiero decir que se murió. Lo que no entiendo de la gente que palma es por qué no se llevan nada. Ni siquiera el cuerpo. ¿Tan exigente es la aduana del más allá que no podés pasar ni tu cuerpo? ¡Si es para consumo personal! Por eso decidí no morir. Cuando vi que ni siquiera a Ramsés II -ese winner total de la faraonicidad egipcia- le dejaban pasar ni un granito de azafrán al más allá, dije: no tengo más remedio que la inmortalidad. Y aquí estoy: the eternal frog.